No descansamos del todo bien para lo cansados que estábamos, todavía la policía no nos había dicho nada. Mientras Paula intentaba descansar un poco más, yo bajé a adelantar cosas y esperar el aviso de la policía.

A las 9:30 bajamos a desayunar, el desayuno al menos no estaba nada mal. Al acabar de desayunar le dije muy serio a Paula que necesitábamos hablar. No sabía bien cómo decírselo, así que le dije que necesitaba ayuda: no podía tramitar los visados para la india para el 31 de mayo porque se me ha pasado la fecha para poder pagarlos. Estábamos jodidos, pero justo en ese momento, nos avisó la policía de que venía a por nosotros, con lo que del otro problema tendríamos que encargarnos luego.

Nos recogió y fuimos primero a por tabaco para uno de los dos policías, este nos trajo café y té. Luego nos dirigimos a la oficina que estaba a unos 30 min, perderíamos prácticamente toda la mañana, pero merecería la pena si íbamos a recuperar todo y además era una super anécdota más añadida a nuestros viajes ya que la experiencia en la comisaría y con los policías difícilmente se nos olvidaría.

Además cuando llegamos a la otra comisaría y vimos que estaba todo lo que había en la riñonera les escribimos un mensajes súper agradecidos que les gustó y uno por uno nos hicimos una sesión de 15 minutos de fotos con toda la comisaría. Muy surrealista jaja.

Tras dejarnos en el hostel, después de recoger a otro compañero, creo que la mayoría de policías solo estaban para curiosear y mirarnos, nos dejaron en el hostel, nos hicimos otra foto y nos despedimos muy cariñosamente.

Ahora sí que nos tocaba hablar con la embajada, con la entidad que gestiona los visados, con nuestro host de couchsurffing en Mumbai a ver si desde allí nos pudiera ayudar, buscar opciones de vuelos por si no podemos gestionar la visa, y otras opciones que nos permitan sacar máximo rendimiento y palmar menos pasta.

Sin visado a la India a 3 días del vuelo

Así que perdimos toda la mañana con gestiones. A medio día, y sin tener claro nada pero ya saturados, sobre las 15h, decidimos salir hacia el mar muerto y seguir allí con las gestiones para aprovechar un poco el día. Cuando fuimos a pagar, la del hostel nos dijo que eran 24 dinars (32,5€) en vez de 16 dinars (21,6€) por una confusión con el desayuno. Tras hablar con el encargado y discutir un rato nos dijo un poco que hiciéramos lo que quisiéramos, no sin enfado aunque la culpa era de las empleadas por no haberlo entendido bien.

Nada más salir del hotel un hombre muy amable, de nuevo nos está salvando la gente jordana, nos llevó hasta el punto de Al Karak desde donde salía el autobús que iba al mar muerto. Según la explicación empalmaríamos dos buses para llegar al Mar Muerto desde Al Karak, uno por 1 dinar por persona hasta el principio del mar muerto y otro por 2 dinars por persona hasta Salt Beach o las zonas de hoteles.

En aproximadamente media hora y tras poner gasolina y comprar agua, nos dejaron en el cruce, mientras esperábamos el bus nos paró un coche donde ya iban 4 personas e insistieron en llevarnos aún así, pero íbamos con las mochilas y todo y a 40 grados nos merecía la pena esperar. Al poco un chico nos dijo que nos acercaba hasta Salt Beach, así que nos subimos y fuimos por la costa del mar negro viendo los depósitos de sal y el mar. Era muy bonito, aunque hacía un calor terrible.

Autostop en el Mar Muerto

Pasamos Salt Beach porque desde el coche no era muy apetecible (luego nos daríamos cuenta que era donde teníamos que haber parado), no había nada, ni restaurantes, ni baños, ni instalaciones de ningún tipo y no parecía muy fácil acceder hasta la playa desde la carretera.

Cuando al chico se le acabó la gasolina nos dejó en un punto más cercano a la zona de los hoteles. De allí, tras esperar unos 10 min bajo el sol infernal, nos recogió otro coche con 3 chicos que no entendían muy bien inglés pero nos dejaron en un centro comercial dónde poder comprar agua fresca, algo de picar, y descansar del calor un rato.

Tras eso, nos dijeron varias veces que no se podía acceder a la playa si no eramos cliente de alguno de los hoteles (uno de ellos el hilton) o que otra opción era volver a Salt Beach (cosa descartada y más con la que caía).

Cuando nos vimos más frescos y descansados salimos a plantearnos nuestras opciones ya que no queríamos perdernos la experiencia de bañarnos (y flotar) en el mar muerto. Al pasar los hoteles vimos una especie de hotel con tobogán acuático en construcción (o abandonado) que parecía que tenía un camino aceptable a una zona de la playa. Bajamos y nos cambiamos rápido por si venía alguien, ya que estábamos solos.

Al intentar meternos al agua nos dimos cuenta de que nos hundíamos en la arena. Resultó ser el lodo semiaceitoso que te dejaba la piel tan suave, así que probamos a ponérnoslo en todo el cuerpo. Tenían razón recomendarnos tener cuidado con los ojos, ya que escocía con solo acercarte una gota, y yo añadiría que cuidado con la boca también, el sabor además no es agradable, pero nunca había tocado nada tan suave como la piel tras ese lodo.

Paula con el lodo del Mar Muerto

Luego probamos a dejarnos flotar, fue una sensación muy curiosa que nos encantó. Tras tirar las cenizas del padre de Paula al Mar Muerto, ocurrió una cosa curiosa que fue un precioso atardecer como otra vez que tiramos las cenizas en un árbol de un pueblo en Castellón.

Tras deleitarnos con el atardecer y con el sol poniéndose tras las montañas de Palestina, cruzamos para ver si podíamos llegar haciendo autostop a Jerash o aunque fuera Amman y de ahí coger el bus.

Atardecer en el Mar Muerto

Nos paró un camionero que tampoco sabía inglés y era de palestina que nos dejó un poco más cerca del siguiente pueblo, donde nos recogió una pareja de Bosnia muy amable que nos dejó cerca del down town de Amman, así que cambiamos planes y decidimos quedarnos allí e ir a Jerash al día siguiente ya que encontramos un hostel (Mansour) que por 7 dinars (9’5€) tendríamos habitación privada para los dos donde podríamos ocuparnos de lo urgente: ver qué hacíamos con el visado a la India.

Tras darnos una ducha y quitarnos restos de sal y aceite que lo necesitábamos, salimos a por algo de cenar. Por 1 dinars (1’35€) cada cosa probamos dos granizados de limón y hierbabuena que estaban buenísimos, un yogurt típico turco que estaba malísimo, una especie de edamame que hacían por la calle y de paso compramos algo de fruta y verduras y agua.

Paula con el yogurt que no le gustó

Luego volvimos al hostel para ver nuestras opciones y evitar perder más tiempo, dinero y vuelos. Tras mirar todo lo que pudimos avanzar, el sueño nos pudo y decidimos descansar porque habían sido unos días muy largos e intensos.

Autor

Experto en marketing y publicidad, profesor de secundaria, viajero y bloguero.

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