Ya que nos teníamos que despertar tan pronto, aprovechamos para ver el amanecer en el desierto de Wadi Rum. Pasadas las 6h nos empezábamos a preocupar de que no hubiera ningún jeep ni estaba el amigo que nos tenía que llevar de vuelta a Wadi Rum Village para coger el bus, pero sobre las 6:10 lo vimos llegar y dijo que enseguida nos acercaba.
Agradecimos la hospitalidad, pagamos y nos bajamos en lo que creía que era la parada de bus en Wadi Rum Village. Fue muy adorable porque nos trajo dos falafel a cada uno en pan de pita que estaban riquísimos para completar el desayuno simple que nos habían dejado en el campamento para llevar.
Nos volvimos a despedir y nos quedamos esperando al bus. A partir de ahí nuestro día se complicó al enterarnos de que los viernes no hay bus que nos sacara del desierto, bueno ni bus que nos llevaría a ninguna parte, ni pasaban taxis, ni coches a penas y menos a esas horas. Los viernes no viajes en Jordania porque te será muy difícil o casi imposible y, en todo caso, muy caro.
La situación es que son las 6:30h de la mañana y estamos tirados en medio de un pueblo abandonado esperando a un bus que no va a pasar y sin ver ni siquiera un taxi.
Por suerte, al cabo de poco nos recoge un joven que nos dejó en la autovía entre Aqaba y Amman, cruce de carreteras principales.
De nuevo no hay buses ni transportes los viernes y menos en festividades de independencia, como el caso, así que andamos hasta una gasolinera donde a Paula le persiguió un camello y un perro al entrar a mear (muy cómica la situación).
De nuevo hubo suerte al cabo de una media hora y nos recogió un camionero adorable que además nos compró café, pastas y agua. Insistimos en lo hospitalarias que son los jordanos.
El conductor, que se dirige hacía Amman, nos deja en un cruce donde encontramos una carretera que va directa hacía Petra. Nos despedimos agradeciendo su hospitalidad y una vez más volvemos a estar tirados en un cruce. Por lo menos era una de las carreteras que llevaba directa a Petra.
De nuevo las maravillosas personas jordanas nos salvan la vida y nos recogen dos chicos. Uno de ellos un poco hiperactivo pero majísimo, que no paraba de hablar y enseñarnos fotos. Hasta grabamos un video con ellos mientras bailábamos en el coche, muy divertido.
Además nos pararon a ver vistas y nos compraron agua. Bueno, y lo mejor, nos dejaron en la puerta de Petra y gestionaron que pudiéramos dejar las mochilas en una tienda de cambio cerca de la entrada por 5 dinars tras sacar los tickets.
Las dos primeras horas de Petra las pasamos juntos como mejores amigos. Hacía bastante calor, y entramos poco antes de las 11h, por lo que cuando salimos casi a las 17h estábamos muertos y sedientos, sin embargo la experiencia merece la pena.
Al principio, cuando vimos la puerta principal de Pedra nos quedamos un poco decepcionados, pero cuando seguimos el camino y vimos que había mil cosas más entre puertas, templos, tumbas, cañones entre montañas y miles de colores en las rocas flipamos y disfrutamos mucho de las vistas aunque estuviéramos agotados y asfixiados. Así que, llevad mucha agua, comida y algo para taparse la cabeza y protegeros del sol.
Nos hacía gracia que cuando nos cruzábamos con españoles nos dábamos ánimos y nos decíamos que ya nos quedaba poco cuando unos subían y otros bajaban.
Al salir, nos bebimos un litro de agua de trago, cogimos las mochilas y buscamos un sitio donde comer y seguir bebiendo algo. Entramos a un bar un poco más alejado, ya que alrededor de Petra todo es caro y nos pedimos un humus, ensalada turca y agua, cada cosa por 2 dinars (2’7€). Miramos qué opciones teníamos ya que salimos de Petra tarde, y nos canceló el couchsurfing que teníamos en Jerash y Al Karak (en este último es donde queríamos pasar esa noche) así que otra opción era intentar llegar al Mar Muerto y dormir en la playa.
Tras andar 30 min de cuesta y mochila, sin éxito con el autostop, seguimos intentando ir a Al Karak que está a 3 h de aquí para mañana no perder día en el traslado y estar más cerca del Mar Muerto. Pero de nuevo el tema de ser viernes y no contar con transporte público nos deja tirados en un cruce.
Tras subir arriba del todo nos recoge una familia que muy amablemente nos deja en otro cruce, a unos kilómetros más adelante, y de ahí que la aventura continúe y la fuerza nos acompañe.
Finalmente, de la última carretera abandonada, que además ya empezaba a refrescar, nos recogió un taxi que se dirigía a Amman y había acabado su jornada, así que nos dejó al menos cerca de Al Karak. No le hizo mucha gracia que no tuviéramos dinero que darle, y empezó a preguntarnos que cómo lo hacíamos para dormir y viajar tanto.
En el trayecto decidimos que lo mejor sería coger un hostel en Al Karak, ya que era de noche y ya apenas pasaban coches que nos pudieran dejar más cerca del Mar Muerto. Así que el taxista nos dejo en un cruce donde se encontraba la carretera camino a Al Karak.
Desde aquí cruzamos un puente y nos quedamos en otro cruce cerca de las 21h de la noche para coger el que esperábamos fuera el último coche que nos llevará al centro de Al Karak cuando Paula se dió cuenta de que no llevaba la riñonera.
Yo me pegué un sprint hacia la zona dónde habíamos bajado del taxi, del cual lo único que sabíamos era que iba a Amman, ya que ni le hicimos foto, ni apuntamos nombres, ni matrícula ni nada (así que de nuevo recomendación: apuntaros datos y/o hacer fotos a todos los coches donde os subáis), pero Paula estaba bastante segura que de que se la había dejado en el taxi.
Estábamos extremadamente cansados, había sido un día muy largo y estábamos bajando la guardia. Estuvimos pensando qué hacer, menos mal que por lo menos Paula llevaba el pasaporte en la mochila grande.
Nos paró una furgoneta que nos pedía dinero, pero tras explicarle la situación aceptó llevarnos gratis hasta la comisaría de Al Karak, incluso nos ofreció dinero que no aceptamos. Su hijo soltaba de vez en cuando una risita inocente, la situación le hacía gracia.
Al entrar en la comisaría tuvimos que funcionar con el google translate porque no había ninguno que supiera hablar inglés. A partir de aquí fue todo un espectáculo, habían un montón de policías de pie, yendo y viniendo, se nos acercaban unos, les contábamos la historia a través del traductor que tampoco traducía bien del todo, se iban, no veíamos que apuntarán nada, llamaban a otros venían más, les volvíamos a explicar otra vez la historia, intentábamos describir el taxi del cual nos acordábamos poco o nada.
Nos trajeron un zumo y agua, la hospitalidad también es compartida entre comisarías. La verdad que el trato fue bueno, pero hablamos con unos 10 agentes, nos cambiaron 30 veces de cuarto, y repetimos la declaración y lo que habíamos perdido 30 veces. Parecía que intentaban localizar al taxista por cámaras, por los puntos del itinerario que nosotros les dijimos que habíamos seguido, pero iba a ser complicado ya que no teníamos mucha más información.
Mientras tanto nos enseñaban vídeos del Real Madrid, todo el mundo al decir que somos de España nos pregunta por si éramos del Barça o el Madrid (ante la duda contesta que del Real Madrid, son muy fanáticos y hay más madridistas que culés).
A mí me hacían algún que otro comentario sobre mí y si estábamos casados. Las miradas indiscretas seguían estando, aunque intentarán hacerlo educadamente. Finalmente tras dos horas y redactar por fin la declaración con un policía que se defendía algo en inglés, nos llevaron al hostel más barato de Al Karak.
De camino al hostel, el policía recibió una llamada diciendo que habían localizado la riñonera ya que el taxista la había llevado a la comisaría más cercana del punto dónde nos bajamos. Yo pude hablar con el taxista y agradecerle el gesto. Los policías no pararon de preguntarnos si estábamos contentos. Por supuesto lo estábamos, no nos lo podíamos creer, si esto nos llega a pasar en el viaje anterior ya podíamos despedirnos de todo. Aunque no nos quedábamos del todo tranquilos hasta tenerla y ver que lo llevaba todo.
Nos dejaron en el hostel, que nos costó 16 dinars (21’5€), Caiwan Hostel, tiene vistas al castillo de Al Karak aunque las habitaciones son un poco cutres. La policía nos explicó que nos llamarían por whatsaap a la mañana siguiente para quedar con el taxista que estaba yendo a devolver la riñonera para ir a recogerla.
Subimos a la habitación y pese a lo cansados que estábamos, imagino que por la intensidad del día y la expectación, nos costó dormirnos.