Tras ducharme rápido por mis ganas de irme pronto, recogimos, devolvimos las llaves, no estaba el dueño menos mal, y salimos de allí.

Teníamos reservado un hostel más lejos y nos acercamos a ver el que estaba justo al lado por si acaso.

Al ver la habitación privada con baño y que la chica era muy agradable, hablaba inglés y nos atendió muy bien, decidimos no marearnos ahora con otra ubicación y quedarnos allí que además nos lo dejaba al precio que íbamos a pagar en el otro alojamiento.

Dejamos las mochilas, desayunamos rollitos, uno de pollo y queso y otro de tortilla por unas 260 rupias (2€) más dos cafés negros por 60 rupias (0’5€) y volvimos a por piña y lassi al sitio de los columpios. Queríamos tomarnos con calma la salida a la Durbar Square de Patán y no agobiarnos más estos días después del estrés de la noche anterior.

Vimos también muchos monjes budistas, nos hacía gracia la paradoja de verlos con sus relojes, iPhone y Nike. Teníamos una imagen bastante diferente de los monjes budistas.

Salimos andando hacia Patán y tras una hora y poco llegamos al centro. La Durbar Square de Patán tiene un lado con una isleta muy bonita, sus calles son antiguas pero los edificios tienen mucho encanto, y como en Katmandú hay un templo en cada esquina y sitios para tomar algo ambientados y muy bonitos.

Paula en la Durbar Square de Patán

Como en la Durbar Square de la capital, si das un rodeo puedes ahorrarte las 900 rupias (7€), así, pese a que nos paramos en un banco a comer algo nos llamaron la atención, dimos un rodeo por callejuelas y patios y a través de otra calle pudimos disfrutar de los templos que eran dignos de ver.

Templo en la Durbar Square de Patán

Tras una hora observando aquella maravilla, pusimos rumbo de vuelta al hostel. Todavía estábamos agotados del día anterior, del bus y de la caminata, así que cogimos un bus por 25 rupias (0’2€) cada uno y tras 25 minutos llegamos a 10 min andando del hostel, dónde fuimos a descansar, pasar fotos, hacer deporte y descansar hasta la hora de cenar.

Comimos de camino en un sitio arroz frito de ternera y momos de pollo, nos quisieron cobrar más por ser turistas y no nos aclarábamos hablando en inglés. Al final pagamos menos, pero seguramente no lo que deberíamos. El mismo problema de siempre por ser turista. Se piensan que somos billeteras con patas y si leyeran nuestros artículos nos invitarian a comer jajaja.

Autor

Experto en marketing y publicidad, profesor de secundaria, viajero y bloguero.

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